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Dentro del pueblo italiano que ha sido repoblado por estadounidenses

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Irsina puede quedar aislada de su entorno en invierno. Crédito: Cortesía de Nicola Morea

A medida que los extranjeros acuden en masa a comprar casas viejas y baratas en Italia, un grupo ha ido un paso más allá, ayudando a devoverle la vida a un pueblo vacío.

Irsina, en la región meridional de Basilicata, acoge a más de 300 extranjeros de 12 países distintos, junto a 4.000 residentes locales.

Hasta la década de 1960, este pueblo situado en lo alto de una colina y rodeado de campos tenía una población de 12.000 habitantes, pero la emigración masiva, unida a las duras condiciones de vida, hizo que para los años 60 apenas vivieran 4.500 personas en el antiguo centro histórico.

Hoy, las cosas son diferentes. Irsina en 2023 es un paraíso para expatriados, en su mayoría jubilados y emigrantes estadounidenses que viven el sueño rural italiano.

Más de 15 familias de EE.UU. y Canadá han comprado antiguas propiedades en este remoto pueblo, conocido por sus campos de trigo de primera calidad y sus olivares.

Y siguen comprando casas y ampliando sus propiedades, corriendo la voz en sus ciudades de origen sobre este lugar de ensueño que parece congelado en el tiempo. Cada vez que regresan, traen consigo a familiares y amigos, todos ellos encantados de gastarse entre 20.000 y 150.000 euros (entre US$ 22.000 y 165.000) por una espaciosa vivienda con vistas idílicas.

Caminando por las estrechas callejuelas se oyen todo tipo de acentos: estadounidense, canadiense, francés, noruego. Incluso hay una calle que los lugareños rebautizaron como «la calle belga», debido a los muchos belgas que viven en ella.La salvaje «colina peluda”

El antiguo nombre de Irsina es Montepeloso, o la «colina peluda», por su cresta que solía estar cubierta de hierba. Su origen se remonta a la prehistoria, cuando fue habitada por los primeros humanos y, más tarde, por las tribus locales. En el museo del pueblo se exponen objetos arqueológicos como herramientas, armas y cerámicas utilizadas por los antiguos humanos.

El casco antiguo, rodeado de altas murallas, es un laberinto de portales de piedra decorados, atalayas medievales y elegantes palacios que pertenecieron a la rica burguesía rural. Pero las calles estrechas y sin autos que tanto gustan a los extranjeros no son lo que quieren los lugareños. Muchos habitantes de Irsina se trasladaron en la década de 1960 a barrios más nuevos de la ciudad, dejando el centro histórico prácticamente vacío.

Irsina es conocida por sus «bottini», túneles subterráneos que llevaban el agua a las cisternas de la ciudad. También tiene una tradición de «torres humanas»: cada mes de mayo, actores vestidos de campesinos saltan sobre los hombros de otros vestidos de la alta burguesía rural, para crear una forma que representa las jerarquías sociales del pasado.

La ciudad también es conocida por sus suculentos platillos con nombres que suenan algo raros. Un laghën(e) pu m’r’cutte es pasta hecha a mano con higos cocidos en vino y pimiento, mientras que los callaridde son platillos de oveja y cabra.Cómo llegaron los extranjeros

Sandy Webster y su marido Keith fueron los primeros en llegar al pueblo. Cortesía de Sandy Webster

Aunque la vida en Irsina no siempre es idílica, con inviernos nevados que aíslan el pueblo durante días, los emigrantes dicen estar viviendo un sueño.

La primera «pionera» extranjera que compró una casa en Irsina fue Sandy Webster, una escritora de 63 años de San Diego.

Vino de vacaciones en 2004 con su marido Keith, un gestor financiero escocés de 69 años. La pareja se enamoró del pueblo, compró una casa antigua con gruesos muros de piedra, muebles antiguos y antiguos suelos de loza esmaltada, y pasó cuatro años renovándola. En 2012 se trasladaron aquí desde Londres.

«En 1989 visité Sorrento con mi novio de entonces y me encantó Italia, hablaba español conversacional y quería comprar una casa en un país mediterráneo, ya fuera en España o en Italia», cuenta Webster.

Webster resolvió el enigma años más tarde, cuando recorrió Basilicata con su pareja con motivo del 50 cumpleaños de Keith. Cuando recibió una alerta inmobiliaria en Internet sobre una casa en Irsina, su destino quedó sellado.

«Condujimos y condujimos hacia la naturaleza rural, como alejados de la civilización, hasta que llegamos a la encantadora Irsina. En ese etonces solo había un hotel, abierto unos pocos días al año; ahora hay muchos B&B», dice.»Habría costado un millón en Londres»

La casa de Webster está en el centro del casco antiguo del pueblo. Cortesía de Sandy Webster

La casa de piedra rosácea de los Webster tiene cuatro terrazas panorámicas y da a una pequeña y soleada plaza en la parte más antigua del barrio del pueblo. Su reforma costó cuatro veces más que la compra (monto que ella no quiere revelar). Las facturas no son mucho más bajas que en el Reino Unido, pero dicen que la comida aquí es más barata.

«Reformamos toda la casa. Solo había un pequeño cuarto de baño, el ático se convirtió en un departamento de huéspedes y conservamos el enorme salón abovedado original. Los arreglos nos habrían costado US$ 1 millón en Londres», dice.

Reciben visitas de familiares y amigos a menudo y les encanta estar a menos de dos horas en auto de las playas de Metaponto, también en Basilicata, y Bari, en la vecina Apulia.

Lo que hace a Irsina inusual entre los pueblos italianos es que es plano. No hay escaleras empinadas ni callejones cuesta arriba, sino pasadizos arqueados. El pueblo está situado en una meseta elevada, lo que lo hace ideal para pasear, sobre todo para las personas mayores, dice Webster.

«No cambiaríamos nada. A veces nos quejamos de que no hay comida mexicana o china cerca, como alternativa a la cocina mediterránea, que es deliciosa, pero todo es estupendo», añade.

Los Webster no tuvieron que enfrentarse a problemas burocráticos para comprar y reformar la casa, gracias a la ayuda de los lugareños, encantados de que unos recién llegados se instalaran en su pueblo.

El único obstáculo sigue siendo la comunicación: «Aún hablamos italiano como niños de cuatro años, y tuvimos que escribir notas al equipo de construcción para darles instrucciones claras».

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